Charris
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Los mares del Tiki

07.11.2015

Galería Trama (Barcelona) y Galería Siboney (Santander)

Galería Trama

Galería Trama

Galería Siboney

Galería Siboney

Tiki, 2015. Serigrafía. 121 x 80 cm.

Tiki, 2015. Serigrafía. 121 x 80 cm.

Universal, 2015. Óleo sobre lienzo. 200 x 300 cm

Universal, 2015. Óleo sobre lienzo. 200 x 300 cm

Señales, 2015. Óleo sobre lienzo. 197 cm diámetro

Señales, 2015. Óleo sobre lienzo. 197 cm diámetro

Beachcomber, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 225 cm.

Beachcomber, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 225 cm.

Mister Stenson, I presume?, 2015. Óleo sobre papel. 100 x 65 cm

Mister Stenson, I presume?, 2015. Óleo sobre papel. 100 x 65 cm

Fake, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 150 cm

Fake, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 150 cm

Aviador, 2015. Óleo sobre lienzo. 50 x 61 cm

Aviador, 2015. Óleo sobre lienzo. 50 x 61 cm

Maison Tiki, 2015. óleo sobre papel. 50 x 65 cm

Maison Tiki, 2015. óleo sobre papel. 50 x 65 cm

Ossipoff, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm

Ossipoff, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm

Bodegón tiki I, 2015. Óleo sobre lienzo. 46 x 33 cm

Bodegón tiki I, 2015. Óleo sobre lienzo. 46 x 33 cm

Lotus Eeater, 2015. Óleo sobre lienzo. 50 x 61 cm

Lotus Eeater, 2015. Óleo sobre lienzo. 50 x 61 cm

Papa wasn´t here, 2014. Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm.

Papa wasn´t here, 2014. Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm.

El efecto mariposa, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm.

El efecto mariposa, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm.

Franquicias Paradise, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 200 cm

Franquicias Paradise, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 200 cm

Pazos en Tikiland, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm

Pazos en Tikiland, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm

Aeropuerto, 2015. Óleo sobre lienzo. 65 x 100 cm

Aeropuerto, 2015. Óleo sobre lienzo. 65 x 100 cm

Captain Cook, 2015. óleo sobre papel. 100 x 65 cm

Captain Cook, 2015. óleo sobre papel. 100 x 65 cm

Dieselpunk, 2015. óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm

Dieselpunk, 2015. óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm

Los saqueadores, 2014. Óleo sobre lienzo. 75 x 300 cm

Los saqueadores, 2014. Óleo sobre lienzo. 75 x 300 cm

Al final de la escapada, 2014. Óleo sobre lienzo. 100 x 195 cm.

Al final de la escapada, 2014. Óleo sobre lienzo. 100 x 195 cm.

Galería Trama
Galería Siboney
Tiki, 2015. Serigrafía. 121 x 80 cm.
Universal, 2015. Óleo sobre lienzo. 200 x 300 cm
Señales, 2015. Óleo sobre lienzo. 197 cm diámetro
Beachcomber, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 225 cm.
Mister Stenson, I presume?, 2015. Óleo sobre papel. 100 x 65 cm
Fake, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 150 cm
Aviador, 2015. Óleo sobre lienzo. 50 x 61 cm
Maison Tiki, 2015. óleo sobre papel. 50 x 65 cm
Ossipoff, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm
Bodegón tiki I, 2015. Óleo sobre lienzo. 46 x 33 cm
Lotus Eeater, 2015. Óleo sobre lienzo. 50 x 61 cm
Papa wasn´t here, 2014. Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm.
El efecto mariposa, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm.
Franquicias Paradise, 2015. Óleo sobre lienzo. 150 x 200 cm
Pazos en Tikiland, 2015. Óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm
Aeropuerto, 2015. Óleo sobre lienzo. 65 x 100 cm
Captain Cook, 2015. óleo sobre papel. 100 x 65 cm
Dieselpunk, 2015. óleo sobre lienzo. 75 x 75 cm
Los saqueadores, 2014. Óleo sobre lienzo. 75 x 300 cm
Al final de la escapada, 2014. Óleo sobre lienzo. 100 x 195 cm.

Los mares del Tiki
Charris

Galería Trama
Petritxol, 5 · 08002 Barcelona
Del 12.11.2015 al 7.1.2016. Inauguración: 12.11.2015 a las 19,30h

Galería Siboney
Calle Santa Lucía, 49 · 39003 Santander
Del 14.11.2015 al 16.12.2015. Inauguración: 14.11.2015 a las 20h

La obra de Charris ha estado vinculada desde siempre a la idea del viaje. Ya sea en sus ciclos sobre territorios lejanos –África, Laponia y el blanco, la América de Hopper o la Bélgica de Spilliaert–  como en las visiones de su cotidianeidad (a las que transmutó en una imaginaria República de Cartagena), su mirada es la del viajero que avanza por la historia y por el presente con el ánimo dispuesto a la sorpresa y el asombro, uniendo puntos a veces imposibles, sampleando imágenes y conceptos hasta entonar una canción extraña y al mismo tiempo familiar.
A través de una figuración de línea clara, heredera de multitud de referencias pictóricas, el pintor le da forma a imágenes concebidas como un collage de fuentes y contenidos a veces contrapuestos, en los que lo narrativo aparece a veces de forma sutil y otras de manera mucho más explícita.

Su nueva serie –Los mares del Tiki– lo ha llevado ahora a las islas y playas soleadas del Pacífico –Hawai, la Polinesia francesa, Nueva Zelanda– pero también a esa otra imagen tras el espejo del Paraíso que fue la cultura tiki, que desde América se extendió tras la segunda guerra mundial por todo Occidente, desperdigándose en forma de bares tropicales y moteles de remota inspiración isleña, que, mezclado con el movimiento moderno (y oponiéndosele otras) sirvió un cóctel de primitivismo, kitsch, optimismo y erótica, a un mundo devastado por el lado oscuro.

En el imaginario occidental los mares del sur están unidos a la idea del Edén, una nueva Arcadia, un lugar donde sus habitantes viven una vida sencilla en comunión con la naturaleza. Desde Melville a Stevenson, de Jack London a Gauguin, del Tabú de Murnau al musical Al sur del Pacífico o las películas de Elvis Presley, aquellas islas lejanas han ido creando un objeto de deseo en torno a la fuga de la civilización y de las complicaciones de la vida moderna. Un espejismo de ocio, sensualidad y relajo, que tiene su versión más doméstica en la idea de la playa, y que ha sido abundantemente explotada por la industria del turismo de masas.

En esta exposición conviven lo puramente real con lo aportado por la iconografía de lo paradisiaco,  lo auténtico con lo falso, lo exótico y lo cotidiano, en imágenes que siguen presentando esa multiplicidad de capas y significados marca de la casa, donde se cuelan la actualidad, la reflexión y la ironía, tamizado todo por la luz y el espíritu de la Pintura.

Las obras formarán parte del libro  –“Los mares del Tiki”– actualmente en preparación, con textos de Sema D’Acosta, Eloy Fernández Porta, Juan Manuel Bonet y el propio autor.

Este ciclo sobre los mares del sur tendrá continuación en 2016 con dos nuevas exposiciones en Madrid (Galería My Name’s Lolita Art) y Cartagena (La Naval)

 

Algunos fragmentos acerca de Tikiland (extraídos del texto “La señalética de la Alteridad” de Eloy Fernández Porta para el libro “Los mares del Tiki”)

(…) ”Desde que representó la condición del artista joven por medio de la imagen de un nudo de señales cada una de las cuales contiene el nombre de un maestro –e indica una dirección distinta- en la pintura de Charris las señales siempre han jugado un papel relevante. Cartelas, signos, indicios o iconos; lemas cuya tipografía discute o niega el contenido. Cuando, en los años noventa, se propuso, para su pintura y para la de otros compañeros de generación, el membrete “metafísica”, él creyó preferible sustituirlo por otro más preciso: “supercalifragimetafísica”. Y, en efecto, uno de los rasgos que diferencian su trabajo de las inflexiones esencialistas en el misterio del paisaje es su uso de la ékfrasis: la inserción de lemas, rótulos y términos clave que desubliman el espacio pero también lo complican. Como si De Chirico, en vez de situar su urbanismo visionario en plazas neoclásicas soñadas a media tarde, las hubiera presentado en el cafarnaún señalético de la ciudad de Alicante, donde cada tienda tiene su rótulo artesanal y compiten en cada calle las tipografías más dispares.
En la serie presente pueden verse dos casos complementarios. Una es la señal de tráfico muda, que no da información alguna y que, dispuesta en un ramillete de indicaciones silenciosas, invita al transeúnte, como aquel mapa minuciosamente elaborado por Lewis Carroll en La Caza del Snark (“a perfect and absolute blank!”) a encaminarse hacia ninguna parte en varias direcciones distintas. En el otro extremo, tenemos la señal hipertrofiada, un rótulo en tangente pintado sobre un cristal que, contemplado desde el interior del local donde está dispuesto, remeda los óloeos de miríadas de reflejos hiperrealistas de Richard Estes. Las dos series de señales pueden entenderse como sendas dimensiones de la producción de los signos en un régimen icónico colonial. Por una parte, el territorio a colonizar, la terra incognita, se convierte en tabula rasa: lienzo en blanco sobre el que se va a crear una autoctonía supuesta, imaginada, abierta a sugerencias. Por otra, la dialogía de signos que se produce cuando los “signos indígenas” se le aparecen a la mirada del colono, de manera simultánea, combinadas con el archivo de signos que lleva en su equipaje.

(…) Esta lógica del registro y el lapsus, la anarchivística colonial, galvaniza, en la obra de Charris, en un motivo recurrente: el Archivo del día presentado como mercadillo. Es el motivo que ha organizado sus diversos cuadros sobre bienales y bienalismos, como That’s Entertainment!, así como, en su serie sobre Mali, la marketización extractiva de lo local. El gabinete de curiosidades y el bazar son el verdadero modelo de la presentación de las “riquezas locales”, y el marchante juega el papel de vocinglero o charlatán. Lo encontramos de nuevo,con rigurosa ironía, en Los Mares del Tiki, en la que podría ser considerada su pieza principal. Se trata de Los saqueadores, que presenta los bienes expoliados, en esos diversos niveles de registro y equívoco en el mejor espacio en que podrían estar: al aire libre, en un paisaje boscoso convertido, también él, en musée imaginaire y sala expositiva permanente.

(…) Tikiland is enclosed: correlación singular entre dos dispositivos territoriales. Está, por supuesto, la metrópolis y la “ruralidad”. Pero también el progresivo estechamiento de la ciudad gentrificada, que se contrapone a unas panorámicas abiertas que queremos creer cada vez más vírgenes, aun cuando la expansión del turismo las va haciendo cada vez más previsibles. Y cada uno de esos locus lleva consigo un elemento imaginario. Alguien, en la ciudad, supone la lejanía, y en esa suposición hay un tercer espacio mediador: el oasis de bienestar que representaron los prósperos, esteticistas y deliciosos Estados Unidos de los cincuenta: ese remanso de paz en la Historia del siglo pasado al que, a su vez, solo se puede acceder haciendo escala en Tikilandia. La perspectiva visual desde la que mejor puede contemplarse este panorama es la que adoptan muchos de los personajes de esta serie: de una isla a otra.
De ahí la última fructífera paradoja tikilandesa: algunas de sus representaciones más convincentes se han realizado en lugares estancos, minúsculos, inhóspitos o periurbanos. Como el Nottingham industrial, donde Paul Isherwood y Wayne Burrows han llevado a cabo su reciente Exotica Suite (2015), un excelente álbum de spoken word basado en un volumen de relatos de Burrows. O como el Detroit desmantelado, esa ruina del siglo XX, cadáver viviente de la industria del automóvil, donde el dúo Kava Kon ha compuesto su Tiki for the Atomic Age (2009), otra de las buenas aportaciones a la renovación de la exotica. O como las galerías, en fin, donde se expone Los Mares del Tiki, en cada una de las cuales la intervención de Charris ha entreabierto una puerta que da a la más amplia curva del archipiélago más lejano.