Charris
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Artículo en La Vanguardia

23.02.2024

"LOS INCREÍBLES FUTUROS MENGUANTES DE CHARRIS, EN LA SALA PARÉS" por Teresa Sesé

Ángel Charris, ante una de las obras que expone en la Parés Pau Venteo / Shooting

Ángel Charris, ante una de las obras que expone en la Parés Pau Venteo / Shooting

Ángel Charris, ante una de las obras que expone en la Parés Pau Venteo / Shooting

"Dice Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962) que el futuro no se puede pintar, pero que lo podemos imaginar por poco que estiremos las visiones de un presente ansioso y cargado de miedos. “El futuro comenzó a hacerse pequeño en nuestras cabezas –el increíble futuro menguante– a medida que nuestra estupidez como especie fue tomando proporciones alarmantes”, reflexiona el artista, uno de los grandes de la figuración contemporánea, que expone sus desenfadas y coloristas premoniciones y profecías en Futurama exprés , una muestra en la sala Parés que es como la versión destilada de la que presentó el pasado octubre en la sala Verónicas de Murcia.

En las visiones de Charris no hay coches voladores ni robots mayordomos, sino un grupo de militares que atraviesa las montañas nevadas transportando en una camilla de campaña a Mr. Potato; el monumento a un perro callejero, con las orejas erizadas ante un paisaje vacío; o dos mujeres con sus mascotas que avanzan con determinación a lo que parece un tornado... “Hay diferentes variaciones sobre el futuro, claro, aunque predominan los miedos, que dan mucho más de sí que los buenos augurios. A lo largo de la historia cuesta encontrar profecías positivas. Es como si resultara más creativo el miedo”. Charris empezó a indagar en cómo habían dado forma al futuro artistas de todos los tiempos, a raíz de una conferencia que impartió en el Museo del Prado. Al poco, y con el reto de llenar la sala Verónicas, una antigua iglesia convento, él mismo decidió sumarse al grupo de profetas pintores.

Además de los grandes óleos que rodean las paredes, en el centro de la Parés, Charris ha levantado una columna repleta de posibilidades de futuro (guerras, desertificación...) que, como escribe Mery Cuesta –y el artista asiente–, “son más bien dudas del presente (...) vacilaciones que nos hacen sentir en un estado de flotación”. El futuro es negro pero su pintura es vital, con pinceladas de pop, llena de referencias literarias y cinematográficas, el cómic o la publicidad, y un humor a veces hilarante. “El tema es durito, pero también quería contar la otra parte, en este mundo también hay maravillas y siempre queda la esperanza, por eso quería que hubiera mucho color y algo vibrante. Quitarle hierro al tema y acabar riéndome de mis propios miedos”.

Cada uno de los cuadros proporciona diferentes lecturas, y en conjunto forman un calidoscopio global en el que pueden reconocerse algunos de los lugares por los que ha viajado a lo largo de los años: Japón, Mali, Birmania, Alaska, Canadá o el mar Menor... A veces confluyen en una misma imagen, como en una suerte de universos paralelos, como en ese cuadro en el que dos niños malienses caminan frente a unas chabolas tras las que se asoman cohetes de Cabo Cañaveral.

En El efecto mariposa , un grupo de africanos llevan a hombros un glaciar que se va deshelando y un leñador con un hacha se dirige a talar el único árbol de una isla de la que le separa un brazo de mar. Hay hombres que se lanzan con una fe ciega desde el tejado de su casa y casas aparentemente tranquilas y acogedoras en cuyo tejado alguien ha pintado una diana (Casa Damocles), turistas que contemplan los efectos del cambio climático como si se tratara de un espectáculo y los ojos visionarios de David Bowie, que han abandonado el rostro del cantante, observan el horizonte desde un montículo nevado."

Teresa Sesé

LA VANGUARDIA 23.02.2024