Blanco
2003
Casa de Vacas, Madrid. - Claustro de Exposiciones de la Diputación Provincial de Cádiz.
Catálogo Blanco
La tormenta de hielo desatada en los lienzos de Ángelo Mateo Charris alumbra una senda meláncolica en su trayectoria. Los diminutos apuntes en carboncillo y acuarela y los formatos monumentales reunidos en esta muestra prolongan la deriva de invención de su lírica.
En un marco un tanto insospechado, cuya programación no acostumbra a deparar sorpresas de índole tan singular, el pintor Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962) presenta estos días en Madrid una de las muestras más rotundas y homogéneas que le recuerdo en su trayectoria. La razón de ese logro deriva, sin duda, de un rasgo manifiesto que aflora en la evolución última del artista, concretado a través de una decantación más económica en la elección de los emblemas que alcanza a la par una inusitada intensidad merced a una dicción cuyo aliento efusivo tiene ya poco que ver con la resolución de corte más pop de sus etapas anteriores. Y ese latido alcanza hoy un temblor esencial e igualmente memorable, tanto en los diminutos apuntes al carboncillo y acuarela como en los formatos monumentales, en las escenas más desoladas como en aquellas que, a la manera del soberbio Rompehielos, prolongan la deriva de invención más paradójica en su poética.
Ángel Mateo Charris centra el ciclo desplegado en esta exposición en torno a un motivo reiterado ocasionalmente en su pintura a lo largo de la última década. Con todo, aunque la visión de esos parajes nevados ha deparado no pocas composiciones de referencia dentro de la obra anterior, nunca hasta ahora habían sedimentado un territorio de emoción tan abrasadora. Para inspirar la serie, el artista realizó un viaje a la Europa septentrional, en pos de ese límite imaginario que traza el círculo polar. Un periplo iniciático que sin duda explica no poco de ese rastro metafórico de los confines extremos que, desde el paradigma níveo de Malevich hasta el despojamiento habitado por Aalto o la ortogonal neoplástica, la serie excava en el imaginario continental. Y, con ello, la tormenta de hielo desatada por estos lienzos alumbra, al modo como el sol de media noche incendia un cielo de negra bilis, la senda melancólica donde se anuncia el Charris mejor.
Fernando Huici, El País, 07.06.2003.