Charris
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Cantón

2011

Palacio Molina & Galería Bambara, Cartagena.

Serigrafías y plato Cantón

Serigrafías y plato Cantón

Serigrafías y plato Cantón

Cantón es una edición de Charris que consta de nueve serigrafías y un plato original en una caja, editada por la galería Bambara en una tirada de cien ejemplares. El título alude tanto al movimiento revolucionario decimonónico en Cartagena como a la ciudad china del mismo nombre, hoy Guangzhou, en un juego de espejos deformantes entre la Historia, la imaginación, dos mundos y varias épocas. Los platos, las serigrafías y los textos que se incluyen con la edición sirven para hilvanar, apenas sugerir, una de las posibles lecturas de esta colección de imágenes realizadas entre 2010 y 2011. Lo asiático y lo europeo, lo antiguo y lo nuevo, el tiempo y su fugacidad, están en el origen de esta serie que reflexiona sobre como se cruzan las pequeñas historias con los grandes momentos de la Humanidad, y de cómo el artista, chamarilero de apariencias, no puede contemplar dos imágenes sin intentar descifrar los hilos invisibles que las unen.

Charris cuenta el proceso:

“Hacer un plato lleva su tiempo: conseguir un barro sin impurezas, modelar, aplicar engobe, pintar, cocer a la temperatura adecuada, esperar. Esperar es una parte importante de todo proceso creativo. Hace ya mucho tiempo Luis Artés, amigo al que conozco hace décadas, me pidió colaborar con su galería en forma de una edición de serigrafías, posiblemente una carpeta. Pero tú pones un grano de maíz en el microondas de un artista y a veces sale una palomita y otras una panocha de plástico. Estuve dando vueltas a qué hacer y por aquel tiempo otra amiga, Ana Escarabajal, me pidió una portada para una nueva edición de Mister Witt en el Cantón, uno de esos tantos proyectos que no salen pero que introdujo una semillita en mi cerebro de lo que ahora es Cantón. Cualquier cartagenero lleva en su bagaje la historia aprendida de la revolución cantonal y cierto sentimiento de orgullo por la quijotesca aventura y un año, 1873. Esa fecha me volvió a aparecer en la base de una estatua de bronce de un samurái en un parque junto al Palacio Imperial de Tokio y mi imaginación unió esas dos cifras y dos mundos, la del declive de los últimos samuráis y la de la ascensión y caída de nuestra doméstica revolución. Pero no fue ahí en ese parque, sino en el mismo templo de Kamakura donde Nicolás Falsacapa contempla un par de tortugas sesteando al sol, donde se me aparecieron Ginés y Kubo y toda la historia de Cantón y de los platos del Lentiscar. Y las serigrafías fueron creciendo en número y de una edición de un plato se pasó a esta colección de platos originales, más lorquinos que cantoneses, más XXI que XIX, y esta historia de barro y fuego. Poco importa que, como descubrí después, la estatua que vi en Japón fuera la de Kusunoki Masashige, un samurái del siglo XIV, y la fecha inscrita la más probable de la fundición de la pieza. Es lo que tiene viajar sin guía por un país de kanjis y diablos extranjeros y es así como vemos los artistas el pasado, como un campo fértil en el que sembrar, como un baúl en el desván en el que encontrar disfraces con los que jugar: dejemos a los historiadores la precisión y desenvainemos nuestras katanas de madera".

Del catálogo:

“La caja de cerámicas cantonesas aparecida a finales de los noventa en unas obras en la comarca de Cartagena -el conocido como cofre del Lentiscar- ha sido objeto de curiosidad y estudio por los especialistas en la materia, sobrepasando el ámbito regional tras los estudios publicados por el profesor Chongren de la Universidad de Guangzhou en las que se las reconoce como un valioso y anómalo camino estilístico de la cerámica popular de Cantón llevado a cabo por una pequeña fábrica destruida tras la invasión japonesa en la China de los años treinta del siglo pasado. La caja, con más de cien platos únicos y claramente excéntricos dentro de su ámbito de procedencia, permaneció enterrada durante décadas bajo las cochineras de una casa de campo e incluía un valioso testimonio documental en forma de carta, que es el que publicamos íntegramente aquí, y que aporta bastantes pistas de cómo acabaron en un rincón de la costa mediterránea esta peculiar colección de platos que han venido a unir dos lugares tan distintos y geográficamente tan separados. La aparición de una próxima novela de Goran Galindo -La senda de la porcelana- en torno a las pintorescas peripecias de la caja y su remitente le aseguran una cierta atención mediática y hará que se inscriba un poco más en nuestro imaginario y esperamos que también despierte un renovado interés por las artes aplicadas y su valor como herramienta de la historia. Las palabras de Nicolás, el remitente de la caja, nos hablan de un viaje de ida y vuelta, de ciertos temas cantonales y de inspiración cartagenera y de los vaivenes históricos y formales de una convulsa época entre dos siglos y dos continentes. Las anotaciones al texto han sido tomadas del estudio que el profesor Lecuona, al que agradecemos su amabilidad, publicó en el catálogo de la muestra que el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid dedicó al cofre del Lentiscar en el año 2005".

 

Obras: