IVAM
1999
Centre del Carme. Instituto Valenciano de Arte Moderno, Valencia. Centro Conde Duque, Madrid.
Catálogo
La exposición reúne más de un centenar de óleos y dieciocho gomas bicromatadas de Ángel Mateo Charris, uno de los pintores revelación de la década de los noventa. Gran parte de las obras son de reciente producción y se exponen por primera vez. La selección también incluye muestras de su producción de comienzos de la década de los noventa, en las que se manifiestan referencias al arte pop y a surrealistas como Magritte y Tanguy. El catálogo, ilustrado con reproducciones de las obras expuestas, contiene textos de Gail Levin, Francisco Jarauta, Juan Manuel Bonet y Fernando Huici. Ángel Mateo Charris (Cartagena 1962) ingresó en 1980 en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde se licenciaría en la especialidad de pintura en 1985. Durante estos años se interesa por el Pop Art y el arte contemporáneo internacional, aunque en la época son escasas las manifestaciones de estas tendencias y conoce la obra de algunos artistas a través de los libros o en sus visitas a la feria Arco de Madrid. Al mismo tiempo estudia la pintura de artistas del siglo XIX como Joaquín Sorolla o Muñoz Degrain, artistas que Charris citará en alguna de sus obras. Acabado su periodo universitario, durante 1986, participa en los Talleres de Arte Actual del Círculo de Bellas Artes de Madrid, con Andrés Nagel y en los Talleres de Arte No Convencional, con Concha Jerez, en Valencia. Ese mismo año presenta su primera exposición individual en los locales de la Real Sociedad Española de Amigos del País en Cartagena. Tras concluir su servicio militar en 1988 viaja, junto al pintor Gonzalo Sicre, a Nueva York, donde reside durante tres meses y estudia de cerca la cultura pop, admira la obra de Edward Hopper y descubre la pintura norteamericana del s. XIX. Como manifiesta en sus escritos, Charris asume la herencia vanguardista, a partir de su actitud de libertad ante la pintura. Ya en sus primeras obras, donde predominaban las citas y referencias al arte pop y a algunos surrealistas, ponía de manifiesto un gran sentido de la ironía. Sus composiciones presentaban una paleta reducida que en ocasiones se hacía monocromática. En 1991 expone por primera vez en Madrid en la Galería Columela y conoce a Dis Berlin, que lo incluirá en la antológica El regreso del hijo prodigo II, que se presenta en Columela en 1992. En estas dos exposiciones ya se decanta su estilo de madurez, su ironía se vuelve más sutil, gana la complejidad de sus metáforas en las que enlaza su posición frente al arte, hace más realistas sus composiciones fascinado por que imágenes extrañas pudieran percibirse como reales, como él mismo escribe: "quería dar apariencia de realidad a mi propia realidad". Nuevamente viaja cuatro meses a Nueva York, donde trabaja sobre paisajes imaginarios que presentará a su regreso, en la exposición titulada El siglo de las sombras en el Club Diario Levante de Valencia en 1993. También de ese mismo año es su exposición República de Cartagena, donde transformaba las imágenes de su ciudad en paisajes fantásticos, que sugieren la soledad de los espacios vacíos, un tema que Charris toma de la obra de Hopper y De Chirico. En 1994 fue seleccionado para la exposición, organizada por Juan Manuel Bonet y Nicolás Sánchez Durá, Muelle de Levante, colectiva de artistas que aportaban a la escena artística una nueva figuración metafísica. La muestra inaugurada en Valencia itineró a Madrid, Alicante, Almería y Murcia. En octubre de 1995 Charris y Sicre se trasladan a Cape Cod, donde recorren los paisajes de Edward Hopper y plasman su proyecto en una exposición conjunta y en la publicación de un libro titulado Cape Cod/Cabo de Palos Tras las huellas de Hopper. La compleja iconografía de sus homenajes y citas incluye a los artistas que han sido particularmente importantes en su formación como Klee, Miró, Hopper, Friedrich, De Chirico, Torres-García, Van Gogh, Sorolla, Beuys, Dalí, Renau, incorporando a cada lienzo fragmentos del artista al que le dedica el homenaje que se yuxtaponen a imágenes tomadas de los medios de comunicación, como paisajes cinematográficos, personajes del cine de animación y del cómic. También se ha mostrado crítico con las teorías artísticas en obras como Rareza del siglo (1994), propiedad del IVAM, y en una serie reciente que se refiere a varios momentos de la historia del arte del siglo XX: Realismo mágico, Action Painting, Conceptual, Color field, Minimal y En una playa Dadá. En los últimos tiempos el pintor incorpora un nuevo territorio, los paisajes helados del Norte más blanco. Su exploración de la blancura del paisaje prosigue en obras como Antártico y Artico (1994), en las que juega con la palabra "art" contenida en el título, y En un aria blanca, El hombre relámpago en el mundo de los hielos, La cueva de hielo o en La gran travesía, todas de 1995. Charris ha mostrado su obra en exposiciones individuales en el Club Diario Levante (1992) y en la galería My name's Lolita Art de Valencia (1990, 1991, 1995), en las galerías Columela (1991) y el Caballo de Troya (1992) de Madrid. También se han podido ver individuales suyas en Cartagena, Santander, Alicante, Murcia, y Barcelona. Entre las muestras colectivas en las que ha participado cabe destacar: El regreso del hijo pródigo II. (Madrid 1992), El Mundo Mágico de Mickey Mouse (Madrid 1994); XIV Salón de los 16, Madrid; Muelle de Levante (Valencia, 1994) y en A la pintura, pintores españoles de los años 80 y 90 de la colección Argentaria (Barcelona, Sevilla y Bilbao,1995) donde, junto a piezas de Dis Berlin, María Gómez, Antonio Rojas, Manuel Sáez y Paco de la Torre, atestigua de la pujanza de la corriente neo-metafísica. Su obra forma parte de colecciones como Fundación Argentaria, Fundación Coca-Cola, Colección Bancaixa, Colecció Testimoni La Caixa y el IVAM.