Charris
Español

Entrevista en La Verdad

12.11.2015

Aeropuerto, 2015. Oil on canvas. 65 x 100 cm

Aeropuerto, 2015. Oil on canvas. 65 x 100 cm

Beachcomber, 2015. Oil on canvas. 150 x 225 cm

Beachcomber, 2015. Oil on canvas. 150 x 225 cm

Aeropuerto, 2015. Oil on canvas. 65 x 100 cm
Beachcomber, 2015. Oil on canvas. 150 x 225 cm

El artista cartagenero expone en Barcelona y en Santander, simultáneamente, las obras de su nueva serie de viajes, 'Los mares del Tiki'.

Dice Ángel Mateo 'Charris' (Cartagena, 1962): «Nos sopor­tamos el mundo y yo; nos nos mo­lestamos mucho el uno al otro y pro­curo que no se compliquen las co­sas, aunque sé muy bien que todo cambia de un día para otro». Todo, incluidos los sueños, que son de aire, tierra, mar y fuego. El artista carta­genero está de actualidad porque ex­pone nuevas obras, bajo el título de 'Los mares del Tiki' y de forma si­multánea, en Barcelona y en San­tander. En Barcelona, la muestra la acogerá la Galería Trama -se inau­gura hoy y permanecerá abierta has­ta el 7 de enero de 2016-; en Santan­der, la afortunada es la Galería Siboney -la exposición se abre el sába­do y podrá visitarse hasta el 16 de diciembre próximo-.

Las obras que integran 'Los ma­res del Tiki' son el resultado de los viajes de ensueño de Charris a las islas y playas paradisíacas del Pací­fico -Hawai, la Polinesia francesa, Nueva Zelanda-, como lo son tam­bién de su interés por la denomina­da cultura tiki, «que desde Améri­ca se extendió tras la segunda gue­rra mundial por todo Occidente, desperdigándose en forma de bares tropicales y moteles de remota ins­piración isleña, que, mezclado con el movimiento moderno (y opo­niéndosele otras) sirvió un cóctel de primitivismo, kitsch, optimis­mo y erótica, a un mundo devasta­do por el lado oscuro».

Sabe el artista «que, en el imagi­nario occidental, los mares del Sur están unidos a la idea del Edén, una nueva Arcadia, un lugar donde sus habitantes viven una vida sencilla en comunión con la naturaleza». Está claro: «Desde Melville a Stevenson, de Jack London a Gauguin, del 'Tabú' de Murnau al musical 'Al sur del Pacífico' o las películas de Elvis Presley, aquellas islas lejanas han ido creando un objeto de deseo en torno a la fuga de la civilización y de las complicaciones de la vida mo­derna. Un espejismo de ocio, sen­sualidad y relajo, que tiene su ver­sión más doméstica en la idea de la playa, y que ha sido abundantemen­te explotada por la industria del tu­rismo de masas».

Los responsables de las exposi­ciones en Trama y Siboney explican que en este nuevo proyecto del pin­tor cartagenero «conviven lo pura­mente real con lo aportado por la iconografía de lo paradisiaco, lo au­téntico con lo falso, lo exótico y lo cotidiano, en imágenes que siguen presentando esa multiplicidad de ca­pas y significados marca de la casa, donde se cuelan la actualidad, la re­flexión y la ironía, tamizado todo por la luz y el espíritu de la pintura».

Las obras ahora expuestas forma­rán parte del libro 'Los mares del Tiki', actualmente en preparación, que contará con textos de Sema D'Acosta, Eloy Fernández Porta, Juan Manuel Bonet y el propio autor. Este ciclo sobre los mares del Sur tendrá continuación en 2016 con dos nue­vas exposiciones: en Madrid (Gale­ría My Name's Lolita Art, que dirige el también cartagenero Ramón Gar­cía), y en la propia Cartagena (en La Naval, sin duda la galería más peque­ña del mundo, que está al cuidado del arquitecto Martín Lejarraga).

Recuerda Charris que en los pri­meros meses de 2014 estuvo un tiempo recorriendo la Polinesia fran­cesa. Un día, cuenta, «se me acabó el jabón de afeitar y decidí no com­prar otro». Y se sintió liberado. «Sim­plemente, dejarse llevar era lo más fácil y lo más sencillo. El clima, los paisajes y la forma de vida de allí tie­nen bastante que ver con eso, con fluir y olvidarse de muchas tonte­rías», indica. Fue feliz.

Viajero empedernido, el univer­so creativo de Charris está impreg­nado de los colores y de las huellas en su piel que sus viajes por el mundo le han proporcionado'. Por ejem­plo, se enamoró de África hace años, durante el viaje que realizó a Mali para preparar la exposición 'Tubabus en Tongorongo', un encargo de la VII edición del festival La Mar de Músicas. Desde entonces, cada vez que vuelve del continente negro se trae nuevos alimentos para su alma y sus lienzos, y recuerdos que le ar­den entre las manos y con los que va construyendo un diario con poder alucinógeno: «Cruzamos el río bajo una niebla de estrellas. Noté extra­ño tanto silencio y me eché la mano al cinto en un acto reflejo. Buscaba el móvil como el amputado que bus­ca un miembro fantasma».

El artista cartagenero pasa, con absoluta naturalidad y admirable acierto, de pintar el blanco riguro­so y extraño del Círculo Polar Árti­co -que le dejó la memoria habita­da por las imágenes heladas de un viaje al frío que despierta la necesi­dad de la ternura-, al interior cua­jado de peligros que rodea el eterno deambular del río Congo, y ahora también a los mares del Sur. Y no puede evitarlo: tanto el Círculo Po­lar Ártico como África como las is­las privilegiadas del Pacífico se le han clavado en el corazón, aunque no tiene la menor intención de de­jar de vivir en Cartagena.

Del Ártico al Congo

-Dice usted no sentir simpatía por los talibanes de la pureza estética. ¿Es usted talibán de algo?

-Me temo que no tengo el carácter para ello. Casi me voy al extremo contrario y me acerco más al com­plejo de Zelig; se trata de empatizar o al menos de encontrarle el lado bueno que tenga casi todo. Al final acaba siendo igual de cansado, pero uno tampoco puede luchar contra la genética.

-¿De qué huye?

-De la impertinencia, de la resigna­ción, dé los lugares comunes, aun­que tampoco hay muchos sitios don­de esconderse; así es que es suficien­te con ignorar y crearte tu propio código de circulación.

-¿Se imagina la vida sin sentido del humor?

-Siempre pienso que no tengo el su­ficiente. Y sobre todo que el mun­do aún lo necesita en toneladas.

-¿Qué certezas atesora?

-Que el sol sale por las mañanas, y que por muy cubierto que aparezca de nubes está ahí. Que el tiempo pasa, que el arte merece la pena, que la incertidumbre puede llegar a ser una bendición. También que las cer­tezas son resbaladizas y caprichosas y a uno se le puede quedar de pron­to cara de tonto, cualquier día, sien­do el último que aguanta una ban­dera raída.

-En lo personal y en lo artístico, ¿a qué aspira?

A seguir respirando, a seguir sor­prendiéndome, a no dar las cosas por sabidas y lo conseguido por meta, a no aburrirme y a conocer un montón de gente interesante. Aspiro a que los mejores capítulos de mi biografía aún no estén escri­tos y a que mis mejores obras aún no estén pintadas.

-¿A qué tiene miedo Charris?

-A los hospitales, al lado oscuro de la fuerza -Darth Vader incluido-, a la tontería institucionalizada, y a que los miedos acaben dominando el mundo disfrazados de seguridad, moralidad y derechos.

-En su intento por descifrar el mundo, ¿qué ha descubierto?

-Poca cosa, lo cual me consuela bas­tante. No hay nada peor que acabar de descifrar los crucigramas; por un lado se te acaba el entretenimiento y por otro empiezas a preguntarte si merecía la pena o no gastar tu tiempo en ello.

-¿Con qué obsesiones batalla?

-Con la de que nunca es suficiente, con la de no ser un fraude, con la de no dejarme embaucar por las expec­tativas.

-¿Qué le mueve a seguir recorrien­do mundo?

-La curiosidad, la búsqueda de la in­tensidad que le decía antes. Lo ideal sería sentirla en cualquier parte, en tu barrio, con tus amigos de toda la vida; pero a veces necesitas escapar­te y ponerte en situaciones que te hagan comportarte de otra forma para ver tus posibilidades, enfrentarte a otras caras y otros acentos. La pintu­ra me sirve para lo mismo, y por eso asocio la una a la otra, es una forma de entender y de aprender.

-¿Qué se ha propuesto?

-Me he propuesto ser luminoso. Ser luminoso debería ser la aspiración de todo ser humano. Ya sé que hay otros que se piden el papel de supervillano, pero, en fin, tiene que ha­ber de todo.

-¿Acaso este mundo es para los va­lientes?

-No, este mundo es para todos, los valientes, los cobardes, los buenos, los malos, los jóvenes y los viejos. Este mundo es para los vivos. Lo que está por ver es si este mundo mere­ce ser para el género humano o no.

-¿Qué le sucede cuando pinta?

-Cuando pinto es cuando menos solo me siento. Aunque intento que mi pintura no sea una terapia, in­cluso alejarla de mis circunstancias personales. La creaciónes una aven­tura apasionante que corre paralela a la vida, que se cruza a veces con ella, que se contamina de ella, pero que no la cuenta.

-¿Se siente orgulloso de su obra?

-Mis obras nunca me terminan de convencer del todo, no soy de los que se dan palmaditas en el hombro.

 

Entrevista de Antonio Arco publicada en La Verdad el 12.11.2015.