Charris
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Ángel Mateo Charris

2014

Arco, Antonio

Foto del artista

Foto del artista

Foto del artista

«Vivir en el pasado o en el futuro son las dos cosas que más nos complican la vida», dice el artista, que expone estos días en Cartagena. Murcia y Madrid

Dice Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962): «Si uno actúa de forma natural, evitando condicio­namientos y prejui­cios, siempre es raro para los otros». Pintor de aventuras y cuadros a modo de caracolas marinas que contienen en su interior la vida fluyendo, la ma­gia del arte como un territorio que cobija e instruye, tiene estos días abiertas tres exposiciones -esplén­didas y unidas por un oleaje de imá­genes repletas de humor, critica, ter­nura y misterio- en Cartagena -'Una de aventuras'-, Murcia -'Queridos libros'-, y Madrid - 'Steampunk Dickens'-. He aquí Charris, posando para 'La Verdad' con su barba salva­je, en estado de gracia: vital y artís­ticamente.

-¿Por qué se ha dejado esa barba?
A principios de año estuve un tiem­po viajando por la Polinesia france­sa, se me acabó el jabón de afeitar y decidí no comprar otro. Simplemen­te era lo más fácil y lo más sencillo, dejarse llevar. El clima, los paisajes y la forma de vida de allí tienen bas­tante que ver con eso, con fluir y ol­vidarse de muchas tonterías. Al vol­ver tenía que decidir si me afeitaba y volvía a mi imagen habitual o no, y me puse a leer sobre el pelo, sus tra­diciones, que si los sikhs, los indios nativos americanos, los rastafaris, hay un montón de historias en tor­no al pelo, no se crea. Había gente que le otorgaba poderes medicina­les, energéticos, sensitivos. Estaba también Sansón y otros cuentos. Asi que decidí hacerle caso a Buda cuan­do dice que no hay que creer nada porque te lo cuenten, porque sea tradición o porque todo el mundo lo haga, y decidí dejarme crecer el pelo, todo el pelo, no solo la barba. Diga­mos que soy el objeto de estudio de mi propio experimento. No es por 'hipsterismos', modas, ni siquiera es­tética -porque no estoy seguro de que me guste-, pero a fin de cuentas es lo natural. La evolución no suele equivocarse y es extraño que a los humanos nos haga crecer el pelo así de largo sobre la cabeza y en la barba porque sí, sin uso ni función. En fin, ¿qué me cuesta? Bien poco, algún que otro comentario y una lista de parecidos razonables que voy colec­cionando: del general Custer, a Karl Marx, Walt Whitman, Moisés, etcé­tera. Tengo curiosidad por ver la pin­ta que tengo al natural, sin ser in­fluenciado por culturas o modas. Siempre puedo cambiar de opinión en cualquier momento. -¿Tiene algo de profeta? -No, aparte de que a algunos les pue­da parecer por esta pinta. Entre otras cosas, porque intento preocuparme lo menos posible por el futuro. Tam­poco por el pasado. Vivir en el pasa­do o en el futuro son las dos cosas que más nos complican la vida y que no nos dejan disfrutar de ella como se merece. Lo dice un místico hindú que se me apareció surfeando por inter­net buscando cosas sobre el pelo, Sadhguru, y del que he leído un mon­tón de cosas desde entonces, así que esta barba me está resultando tam­bién un viaje.
-¿Y de hacedor de sueños, de mago de imágenes pintadas?
-Básicamente, soy un tipo que utili­za la pintura para aprender y para ex­presarse en forma de imágenes. Si és­tas le dicen algo a los demás, estu­pendo, uno utiliza también el arte para comunicarse; y si éstas tienen cualidades que algunos califican de oníricas, o mágicas como dice en su pregunta, maravilloso. Pero seguro que hay otro montón de gente que tendría opiniones bastante menos poéticas sobre ellas.
-¿Quién es usted?
-Pues supongo que una pieza de in­geniería que ha transformado todo lo que ha comido y bebido desde el nacimiento en el cuerpo que soy aho­ra, y una mente que ha ido también acumulando memorias, recuerdos, conocimientos, experiencias, bue­nas, malas, de todo tipo, para que me haga la idea de que soy alguien, el que soy ahora. No está mal, con eso vale para ir tirando, pero además creo que somos algo más. El otro día leí el ar­tículo que escribió usted con moti­vo de la muerte de su madre y habla­ba de la experiencia de alguien a quien se le había muerto su padre entre los brazos. A mí me pasó algo parecido con mi madre, aunque menos espec­tacular y efectista, pero no me pare­ció menos sobrecogedor observar cómo algo que era un ser humano se evaporaba delante de mis ojos, cómo el cuerpo se convertía en materia inerte. Hace poco tuve que ver el ca­dáver de un amigo muy querido con el que había estado hablando un rato antes y no he visto un cambio tan rá­pido y espectacular en mi vida. Así que aparte del cuerpo y la mente, creo que somos algo más, los 21 gra­mos que decían en la película, o qué sé yo. No sé si esto tiene que ver con lo que me está preguntando, pero ya me advirtieron que si me dejaba cre­cer el pelo me podían pasar cosas de estas y hablar raro.
-Tranquilo, siga así que va muy bien. ¿De dónde viene y qué ha dejado en el camino?
- De una casa humilde en un barrio -de hecho la misma en la que vivo ahora-, así que en el camino he po­dido dar muchas vueltas pero siem­pre he acabado aquí, hasta ahora. De lo que he dejado o ganado ya le digo que no merece mucho la pena hablar, me encuentro lleno de presente, no dejo mucho sitio a los recuerdos, a los arrepentimientos o a las nostal­gias. Bueno, a lo mejor es eso lo que he dejado atrás, esa necesidad de ir recapitulando y echando miradas por el retrovisor.
-¿Y qué persigue... en la vida y en el arte?
-Pues supongo que lo que todo el mundo, la felicidad, un cierto esta­do de paz y tranquilidad, la intensi­dad en lo que hago y cómo lo hago. Vivir y darme cuenta de lo que eso significa, que no es poco.
-¿Cómo es su sombra y cómo se lle­va con ella?
-Pues ahí está, intento no darle mu­cha cancha, porque siempre lleva a situaciones poco agradables. Y no ha­blo de rollos morales. La parte oscu­ra y pesimista, los dramatismos, se alimentan a sí mismos y acaban por fastidiarte la fiesta casi siempre. A veces viene bien sacarla como herra­mienta de supervivencia, pero a la larga es bastante cansina.
-¿Y con el hombre misterioso que habita en usted?
-No sé, no lo conozco, eso son apre­ciaciones de los demás. A los demás les pueden parecer misteriosas acti­tudes, formas de vivir, en cuanto no son lo habitual. Si uno actúa de for­ma natural, evitando condiciona­mientos y prejuicios, siempre es raro para los otros.
-¿Qué le mueve a seguir recorrien­do mundo?
-La curiosidad, la búsqueda de la in­tensidad que le decía antes. Lo ideal sería sentirla en cualquier parte, en tu barrio, con tus amigos de toda la vida; pero a veces necesitas escapar­te y ponerte en situaciones que te hagan comportarte de otra forma para ver tus posibilidades, enfrentar­te a otras caras y otros acentos. La pintura me sirve para lo mismo, y por eso asocio la una a la otra, es una for­ma de entender y de aprender. -¿Qué ha descubierto últimamen­te con respecto a los demás? -Que, si hablamos en un plano pu­ramente existencial, hay personas que tienen muchas ganas de vivir, que rebosan de energías, y otras que se mueven en niveles muy bajitos, que se conforman con sobrevivir. En­tre los primeros suele haber genios, creadores, emprendedores, pero tam­bién delincuentes y transgresores, gente que no ha sabido encauzar esas fuerzas. Luego, cuando hablamos de buenos y malos, estamos hablando de otra cosa. Una vez estuve en la sel­va del Amazonas y pude ver un re­flejo multiplicado por una lente mo­numental de lo que yo creía que era la vida. Allí todo está vivo y alerta, los árboles inmensos se pudren y al poco alimentan a colonias enteras de insectos; del cadáver de un animal salen hongos de colores extraños y las hormigas batallan entre sí como los ejércitos humanos. Me pareció que la civilización ha organizado un simulacro de la vida, que solo en unascuantas cosas hemos aportado algo de grandeza a este mundo, entre ellas el arte, y eso que tenemos la herra­mienta definitiva para hacer algo grande, la consciencia.
-¿Cómo anda Charris de soledad?
- Ahora mismo no me encontraría solo ni en un desierto. Es lo bueno de las temporadas buenas, que no de­pendes tanto de lo que pasa alrede­dor para estar bien o mal, amargado o eufórico, solo o acompañado; eres tú el que decides lo que pasa fuera y no al revés. Algo pasó allá en los ma­res del sur que aún no entiendo -nada reseñable biográficamente por cier­to, no hay mucho que hacer allí-, pero de ese viaje a lo azul y lo lejano me traje un ánimo estupendo. O a lo mejor es el pelo, que me hace mucha compañía.
-¿Qué no le falta ni en su maleta, ni en su día a día?
- En la maleta: cepillo de dientes, mu­das, un iPad porque caben más libros, poca ropa, pasaporte, ganas. En el día a día: trabajo, té, verduras y frutas, libros, películas, ganas.
-¿Qué le debe a los libros?
-Pues buena parte de las memorias y la forma de ser que han ido confor­mando mi mente, amigos inolvida­bles (Montaigne, Chesterton, Aus- ter, Hergé, Zweig, Walser, etcétera), aunque también un cierto pensa­miento veleta, que hace que me pue­dan convencer de casi todo si está bien escrito y razonado, que me lle­ven a lugares en los que no quería es­tar y que me deslumhren ciertos fue­gos de artificio.
-¿Y qué le cansa?
-Los tópicos, los lugares comunes, lo rígido, los convencionalismos, lo burdo, el pensamiento único, la so­ciedad del exhibicionismo en que nos hemos metido.
-¿De quienes y de qué se aleja?
-De los pesados, de lo negativo, del derrotismo, de la autocomplacencia; y si me alejo es porque tienen unos cantos como los de las sirenas, que resultan atractivos en ocasiones.
-¿Qué tal Indiana Jones es?
-Malo. Puedo llegar hasta su parte deductiva y de arqueólogo, pero el otro, las actividades de riesgo y de­más no son para mí. Ya quisiera yo ser más valiente y arriesgado, pero uno sabe si es gato o hipopótamo, si va bien para Quijote o para Sancho. Lo cual no quita para que me apasio­nen las aventuras como aventura li­teraria. Hace poco me enteré que Conrad no sabía nadar, y que el au­tor de la saga de 'Master and Commander' no había subido a un barco en su vida, así que la imagina­ción va por un lado y las habilidades del creador van por otro.
-¿Qué miedos se le resisten a la hora de vencerlos?
-Más de los que quisiera, aunque enlazando con algo que me ha pre­guntado antes, casi siempre viven en el pasado o en el futuro, así que el mejor amuleto contra ellos es vi­vir el presente lo más intensamen­te posible.
-¿Está orgulloso de su obra?
-He tenido épocas de todo, del amor al odio, pero ahora le tengo bastan­te cariño. A fin de cuentas, las obras son como trocitos de uno que va de­jando por ahí, en la manera que te reconcilias contigo mismo te recon­cilias con tu obra. Creo que he he­cho cosas interesantes y cosas me­nos buenas pero en mi defensa diré que no he hecho nada en lo que no creyera en ese momento, hasta las dudas he preferido que se notaran, hay un cierto entusiasmo, equivo­cado o no, en ellas. Pero tampoco me preocupa mucho, aquí tampoco, el pasado, lo ya hecho, la carrera. Me interesa más lo que estoy haciendo ahora que cualquier cosa que hice, me preocupa que esté vivo y tenga energía, los caminos que tomé ya es­tán recorridos, fueron esos como po­dían haber sido otros, no pierdo un minuto en pensar sobre eso. Pero hay unos cuadros esperando ahí en mi estudio, a que los pinte, a que vuelva a intentar el milagro aunque fracase, y eso es una razón estupen­da para levantarse cada día.
-¿Qué le resulta admirable?
-La vida, cualquier cosa que se re­lacione con ella. Y el arte, cuando sabe atraparla de alguna forma inex­plicable.
-El último reto que se ha propues­to, ¿en qué consiste?
-Me he propuesto ser luminoso. Ser luminoso debería ser la aspiración de todo ser humano. Ya sé que hay otros que se piden el papel de super-villano, pero, en fin, tiene que ha­ber de todo.
-Por cierto, ¿qué opina de Pode­mos?
-Solo por el terremoto que están de­sencadenando en otras formacio­nes políticas ya me parece bien que estén ahí, dando por saco. Creo más en los individuos que en los movi­mientos populares y asamblearios, que siempre me parecen sospecho­sos y que no van con mi personali­dad, pero venden esperanza a la gen­te y eso está bien mientras que no lleguen las desilusiones. No sé, no lo tengo claro, aunque también soy de los que piensan que algunas de sus propuestas y actitudes dan un poco de miedo.
-¿De qué no tiene ni idea?
-De casi todo, de la pregunta ante­rior y de casi todas a las que le he con­testado anteriormente. Esta indefi­nición mía y este desapego a las cer­tezas me parecía antes un poco frus­trante, pensaba que ya era hora de tener una base de creencias sólidas, de esas que se van adquiriendo con la edad, pero van pasando los años y sigo buscando incesantemente, cuan­do me acerco a la orilla que pienso es la más razonable y ajustada a mi tiem­po, veo otra luz allá a lo lejos y me convencen, especialmente si es con buena literatura. Ahora, sin embar­go, ya no creo que eso sea un déficit, creo que ser flexible me acerca más a la vida, no veo creencia que abra­zar con fanatismo, ni santos a los que poner velas. Creo que hay gente sen­cilla que sabe tanto como el más sa­bio, de las cosas de las que merece la pena saber, al menos.
-¿Este mundo es para los valientes?
-No, este mundo es para todos, los valientes, los cobardes, los buenos, los malos, los jóvenes y los viejos. Este mundo es para los vivos. Lo que está por ver es si este mundo mere­ce ser para el género humano o no.



Fuente:

La Verdad 12.10.2014