Mapa de errancias
1999
Jarauta, Francisco
1. Viajes
Hay algo de pulsional en el viaje. Más que hacerlo, decidirlo, nos lleva, nos arrastra. Sabedores de una cita inexorable, viajamos y vivimos a la deriva, como el jaguar de ojos extraviados. Atrás queda el paisaje, que incendia la retina o la paleta. Ésta inventa y transcribe los fuegos que huyen o la herida de las cosas, a unos y otras los acarició el tiempo con espadas de plata. Y en el viaje y vivir ya se adivina el momento que nos reservamos para la última experiencia: la del instante que todo lo contiene y que elige el abismo como lugar protector.
2. Nómadas
Cuando Bruce Chatwin decide iniciar su viaje a la Patagonia, lo único que no hace es pertrecharse de mapas y planos de aquella tierra lejana que había comenzado a devorar su imaginación. Le hubiera bastado acercarse a la pequeña librería próxima al Covent Garden para reunir una minuciosa cartografía de sus próximos pasos. En su lugar preferirá dibujar un mapa propio –mitad interior, mitad físico– al ritmo azaroso de los encuentros y las apariciones. Surge así ese cuaderno nómada, reflejo del archipiélago del mundo, cuyos fragmentos y tiempos apenas quedan recogidos en la siempre interrumpida narración del viajero. Ésta se configura como secuencia de paisajes y cosas, palabras, voces y tiempos. Para el nómada, movimiento es moralidad. Es su forma de ver, de entender, de pensar. El viaje se ha convertido en el método por excelencia, y a su luz las cosas cobran su sentido y orientación. Un mapa, el suyo, siempre provisional y perspectivístico, sin otra seguridad que la derivada del borroso orden que recorre la constelación de las cosas.
3. Mapa de errancias
Sólo la escritura ordena la experiencia del viaje. Es ella la que reúne, con la lógica de la simulación, los diferentes momentos de un discurrir que el viajero hace suyo como suma de encuentros y ausencias. No importa que aquellos fragmentos se presenten como materiales del abandono o del desastre. “Sólo ello –confesaba Rimbaud– no tienen miedo a la verdad de su destino”. Y es el viajero el que recorre este espacio intermedio –una especie de Zwischenland– puede finalmente narrar narrar su propia errancia. Un relato que atraviesa el laberinto de las cosas para mostrarlas en su definitiva provisionalidad. La vieja geometría se retira y el compás oxidado no acierta ya a tratar la figura ideal del mundo. Este, como en el relato de Arthur Gordon Pym, comienza a poblarse de lagos, ríos y palabras.
4. South Truro
Un día los viajeros deciden caminar tras las huellas de Hopper. De un cabo a otro, de Palos a cape Cod, sin otro equipaje que una fatal atracción por aquella luz fría que abraza las colinas de South Truro y que se transforma en cálidos rojos cuando penetra los interiores. A lo largo del Hudson o de New England las casas son de madera ligera y parecen como plantadas en la yerba. A intervalos, pequeños faros arrojan intrépidos en la noche sus mensajes de solitarios.
5. Squam Light
Allí se encuentran, como en un paisaje real, las casas, los tejados, las dos o tres barcas, el faro…, todo pintado como parte de uno mismo. Una extraña armonía que la luz intensifica hasta convertirse en el elemento que define la pintura de Hopper. “Todo lo que busco es pintar la luz que desciende sobre el ángulo de un muro de tejado”, confiesa a su regreso de París. Con una cierta distancia y no menos decisión, regresaba al espacio protegido de Cape Cod en el que las cosas volvían a tener aquella presencia que cuadros como South Truro Church, Corn Hill, Hills South Truro, entre otros, consiguen detener. Una forma de entender y ver el paisaje que nuestros viajeros a su regreso hacen suya.
6. Morning Sun
Morning Sun es sin duda uno de los cuadros más representativos de la última época de Hopper. Unas mujer sentada sobre la cama en una habitación aparentemente pequeña frente a la ventana abierta al sol naciente. Es una mujer que ha envejecido. Se siente que su relación con la edad forma parte de la extrañeza que turba sus ojos. Podría ser Jo, la mujer de Edward. Es un trabajo detenidamente anotado: “light against Wall shadow” para un brazo, “reflected light” para la espalda, “dark against Wall” para la nuca, “cool reflection from sheet” para la pierna desnuda. La fascinación por la incesante metamorfosis de la luz se une a la obsesión por llevar a su extremo la sensación de soledad que acompaña la vida. El joven Edward es pintada con la misma luz y ante igual espera.
7. Cabo Palos
Paisajes de Cape Cod o de Cabo de Palos son ahora vistos y pintados desde aquella distancia que sólo el cine americano o los relatos de John Steinbeck o John Dos Passos pudieron contar. Una relación por igual acerca cine, literatura y pintura, dando lugar a los fotogramas imaginarios de la soledad, de la que apenas escapan los héroes del cómic. Invención irónica de una posible república que la pintura de Charris no cesa de invocar.
Fuente:
Catálogo del IVAM, Valencia 1999