Charris
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Un esquimal en Cartagena

2010

Díez, Gontzal

Pintura embridada frente a arte desatado. Frialdad frente al incendio mediático. Humor y silencio frente al espectáculo del arte y su pirotecnia de mercado. Daba la impresión, al ver sus penúltimos cuadros, que Ángel Mateo Charris se había retirado a un iglú. ¿Un esquimal en Cartagena? No es tan raro. Teniendo en cuenta que ni los esquimales (comedores de carne cruda) se llaman ya esquimales sino 'inuit'. Los metafísicos viven donde quieren, inmunes a las temperaturas extremas sin que se altere lo más mínimo su metabolismo. ¿Qué hace Charris en un iglú? Pintar, observar, hacer agujeros para pescar, afilar los arpones y los pinceles, y ser «otros para poder seguir siendo yo». Los esquimales son así, gente sensata e impredecible.
Así que Charris (Cartagena, 1962) se ha puesto a destripar, con cierta pasión y dosis desbordantes de afinada curiosidad -las mismas que son necesarias por ejemplo para arrancar las patas de una mosca o comprobar qué les ocurre a los saltamontes cojos y otras empíricas prácticas de mayor o menor crueldad- el relleno y las tripas de los ganadores del muy prestigioso premio Turner. Sus agujeros en el hielo son claraboyas y además no son redondos. Así que presenta, en la galería T20, veinticinco piezas, casi todas en papel tituladas con los nombres de todos los ganadores del (polémico-provocador) premio Turner. «He intentado acercarme a la obra de todos esos artistas tratando de hacer mío su universo de intereses, sus procesos creativos y pasarlos por el filtro de mis herramientas y visión propia», argumenta Charris. ¿Cuál es el resultado? Comer y ser comido. Charris se ha dejado abducir por los alienígenas del Turner, pero, a su vez, el esquimal-entomólogo (el arte de los símbolos, el arte boreal que cuenta historias) se los ha merendado. Gazpacho esquimal de aliens. Un ejemplo, escribe Charris sobre Damien Hirst (el de los tiburones en formol y las calaveras humanas incrustadas de diamantes): «Este cerdito de plata y este pájaro que se suicidó contra los cristales de mi estudio me recordaron enseguida algunas de sus cosas». ¿Qué mejor definición y más preciso análisis puede darse? 
Charris, gran señor de la caza, mira, tritura, fagocita, engulle, disecciona, zurce, aparta, cuece y enriquece. Un aventurero en un kayak de papel. Dicen que las brújulas enloquecen en el Polo Norte. La suya también, pero eso le sirve para mirar en muchas direcciones. Mira (pinta) para mirarse (pintarse) y mirar (pintar) a los demás.
«Después de tanto entrar y salir de un artista a otro, de un mundo al siguiente, puedo decir que no muchas cosas han cambiado. Los mismos que me interesaban lo siguen haciendo, generalmente porque lo que les distingue es ese tanto por ciento que escapa del análisis y el intelecto, y los que me parecían prescindibles lo siguen siendo para mí. Tampoco creo que mi obra sea mejor ahora que antes pero era un ejercicio necesario, como mullir el relleno de los futones o airear las habitaciones por las mañanas», explica Charris.
 


Fuente:

La Verdad 25.06.2010