Charris
Español

Pequeño gran compendio rupestre de perros, paisajes, coches y cosas

2021

Mateo Charris, Ángel

 Claudio Aldaz catalogue.  Palacio Almudí. Murcia 2021

Claudio Aldaz catalogue. Palacio Almudí. Murcia 2021

 Claudio Aldaz catalogue.  Palacio Almudí. Murcia 2021

Desde la nave, la línea del horizonte se percibe mucho más curvada de lo que le gustaría a un terraplanista. Ante el panal de mandos el ser aguamarina parece estar más atento al artefacto multifacetado con el que está jugando que a la navegación en sí. El ser rugoso comprueba datos en una pantalla mientras una bandada de gansos ensaya una formación triangular un poco más abajo. Por los altavoces suena una banda sonora de inspiración cubista
–Pues acabo de perder la porra de la base –dice Aguamarina.
–¿Cuál de ellas? Porque tú te apuntas a todas.
–La de que el hermano pequeño se extinguía para 2020.
Rugoso se despereza de una forma tan peculiar como se podía esperar de su estructura corporal.
–Yo puse 2050. Y veremos a ver si no me paso.
–Es que con los saltos en el multiverso me hago un lío y no calculo bien. ¿No te parece que desde que llegamos el tiempo pasa más deprisa?
–El tiempo es sólo una ilusión, una convención útil.
–Lo que tú quieras, pero yo ya tenía pensado en qué me iba a gastar la porra.

Han ido bajando lo suficiente como para poder observar la superficie terrestre a simple vista. Algo llama la atención del primero: un perro destripado en el arcén de una carretera solitaria.
–Eh, eh, para un momento y graba el cuadrante z33. Y amplíamelo bien.
–¿El qué? ¿Esa materia orgánica despachurrada?
El escáner muestra rastros de actividad vital en fuga contra el asfalto. Rugoso duda en si hacerle caso a su compañero, pero ya se ha ido acostumbrando a sus excentricidades y graba la imagen como le indica.
–¿Y tú para qué quieres esto?
Aguamarina deja el juego y mira muy atentamente la pantalla.
–Para mi colección.
–Como los jefes se enteren de que estás usando la misión para tu uso personal te la vas a cargar. Además, me debo haber perdido algo pero no entiendo el concepto coleccionar. ¿Qué es eso? ¿Una nueva moda importada?
Aguamarina empieza a darle un curso acelerado de cultura terrícola, aficiones y metadatos. Le habla también de los registros que ha ido acumulando de perros reventados, gatos, koalas, vacas en la cuneta. Un archivo infinitesimal dentro de otra carpeta mayor de mares y ríos contaminados, islas de plástico, desiertos mutantes…
–No entiendo nada –contesta un escéptico Rugoso–. Para mí todos los perros muertos son iguales.
–Ni hablar. Mira las texturas y la luz –y un abanico de imágenes holográficas se despliegan delante de ellos–. Mira este coyote destripado con esa luz lateral en el desierto del Vizcaíno. O este atropellamiento doble sobre una carretera por la que acababa de pasar el Tour de Francia, con todos esos gráficos en el asfalto, esas geometrías, esos chorretes… No sé, me hace cosquillas en alguna parte.
La nave da un giro brusco y en un instante han cambiado de hemisferio y paralelo con un movimiento elegante y preciso, sorteando el tráfico aéreo como si se tratase de una nube de mosquitos, milimétricamente al borde de la catástrofe.
–Ahora colecciono también perros vengativos. Bueno, perros y de todo.
Rugoso lo da por imposible. Qué tipo tan raro, piensa para sí, rascándose la sien con su quinto brazo–. No entiendo el arte moderno –acaba diciendo–. Yo soy más clásico. A mí me gustan las líneas de Nazca, las pirámides, Stonehenge y todo eso. Belleza clásica.
–Qué original. A todo el mundo le gustan las cosas del periodo Ingenuo.
Aguamarina saca de un cajón un par de ciberescarabajos luchadores. –Venga, una partida. ¿Prefieres a Kippenberger o a Basquiat?
–No me gusta ese juego. Prefiero el ajedrez –sentencia Rugoso.
–Estás hecho todo un inmovilista. Hay que probar cosas nuevas. ¿Dónde estaríamos si nadie innovara?¿Te imaginas que voláramos todavía por aquí sin el efecto invisibilidad? Acuérdate la que se lió hace décadas cuando hubo aquel fallo de serie en los platillos, casi echamos a perder el experimento.
–¿Qué dónde estaríamos? ¿Acaso hay que estar en alguna parte?Ir lejos es retornar*.

La noche se despliega en una cortina de terciopelo negro ante la que ensaya una coreografía matemática el ballet de basura espacial dirigido por la Cruz del Sur: El resto de cuerpos celestes salpican con brillo de lentejuelas esta parte del inmenso vacío.
–¿Tienes ganas de volver? –pregunta Rugoso.
– Ya sabes, cuando pasan un par de meses estoy deseando regresar, pero cuando estoy allí enseguida me entra el desasosiego y estoy deseando que me encarguen una nueva misión. Culo de mal asiento, creo que lo llaman. –Estruja el envase del que estaba bebiendo un líquido verde y éste desaparece como en un truco de magia–. Debí coger algún virus en mi primera expedición.
–Pues ve preparando el informe para la vuelta y acuérdate de enviarlo antes de llegar a la lluvia de meteoritos de Aldazarán. Ya sabes que en Utopía no hay cobertura**. –definitivamente, Rugoso es el que parece tener un mayor grado de autoridad–. Y procura que desaparezca cualquier rastro de tus archivitos del sistema, que no quiero líos.

Ahora ya es de día y atraviesan la sabana africana a poca altura, tan cerca como para ver a unos personajes alrededor de un rinoceronte herido.
–¡Para, para, y baja un poco para grabar esto!
Un tipo corta con una sierra el cuerno del rinoceronte moribundo.
–Aggh, qué bestias son. ¿Por qué hacen eso? –y abre en una pantalla una búsqueda sobre cuernos, rinocerontes, África, que lo lleva a tráfico ilegal, furtivos, cura del cáncer en Asia, superstición, extinción…
–¿Esto también lo quieres?¿Y dónde lo guardo?
–Vete a mi usuario y mételo en una carpeta que pone “Pequeño gran compendio rupestre de perros, paisajes, coches y cosas”
–Estás como una cabra –y sin querer toca una tecla que hace que se abra otro desplegable tridimensional con imágenes de esqueletos, estructuras de insectos transparentes, conchas de caracol, caparazones de tortugas, abejas fosilizadas, flores secas, telas de araña, raspas, corales muertos, caballitos de mar, minerales–. Rugoso intenta parar la cascada de imágenes que va llenando el espacio de la cabina, pero algún fallo lo impide y siguen apareciendo capullos de seda, cuernos de alce, de búfalo, de cabra montesa, panales secos, cardos, rosas del desierto.
–Control+0. Siempre te lo digo.
–No, espera.
Las imágenes han creado una nube de millones de capas en las que cuesta definir algo y el alien pasa la mano entre ellas como si hundiera la mano en la arena, cubriendo sus rugosidades de extraños tatuajes de luz y sombra. Ejecuta el comando y la realidad se impone.
–Y se creen estos que les vamos a dejar ocupar otro planeta habitable.
Aguamarina emite unos sonidos que pueden ser risas. O cabreo, indignación, sarcasmo. O cualquiera de las emociones que sientan en el planeta Miranda. Una manada de gacelas se detiene y parece estar escrutándolos detenidamente, lo que hace que el piloto tenga que comprobar si se ha  olvidado de activar la función de invisibilidad. 

 

* En el Tao Te Ching, de Lao Tse
** En un cuaderno de Claudio Aldaz