Retrato de Octavio Paz. 2000. Oil on canvas. 130 x 97 cm.


Cuando recibí el encargo de hacer el retrato de Octavio Paz, éste ya había muerto. Me hubiera gustado hacerle mis propias fotos como material preliminar a la pintura, pero como eso no era posible, intenté conocerlo como se conoce a los artistas: a través de su obra. Había leído cosas suyas pero decidí sumergirme en sus poesías completas para destilar lo que de él se dejaba entrever en ellas. Leí también comentarios de sus contemporáneos, las entrevistas que pude conseguir, visualicé al personaje público e intenté adivinar al otro.
Encontré muchas fotografías de sus últimos años, los de la vejez y el relumbrón, pero yo pretendía pintarlo en plena erupción, civilizado volcán mexicano, cosmopolita y curioso, así que tuve que intuir e imaginar, como el dibujante de retratos robot de la policía.
El collage está en la base de gran parte de mis obras y se ve especialmente en este retrato de Paz en forma y concepto: es como una mesa de detective en la que hubiera ido dejando las líneas maestras de mi investigación, un organigrama de relaciones y temas: su mexicanismo y sus querencias a las poesías orientales, su contemporaneidad, su amor a las artes visuales, lo social y lo lírico, lo metafísico y lo esotérico.
Si tienen curiosidad les puedo decir que el cuerpo está sacado de una vieja fotografía de Kokoschka, que las franjas de color siempre me recuerdan a las banderas, que el molinillo de café, sí, es el de Duchamp, y que creo, como el poeta, que "el corazón es un ojo".